cercamon | 28 Gener, 2010 21:15
Enfilo calle Aragón hacia arriba, ahí donde las aceras son más estrechas, dejo pasar un viejecito, me arrimo a la calle para dejar pasar y el bus de la EMT casi se lleva mi cabeza con el retrovisor, hubiera sido una muerte absurda, ridícula.
Subo y cruzo las entradas y salidas de la vía de cintura, este cruce me recuerda a domingos por la noche, conduciendo con el carrusel deportivo en la radio, no me gusta el fútbol, creo que lo hago por masoquismo, melancolía y síndrome del domingo por la tarde en el que ahondo y profundizo.Sigo por la acera, paso frente a una peña madridista donde suena el cara al sol , me entran arcadas y apresuro el paso. Camino rápido y me cruzo con una chica, lleva un cigarro sin encender en la boca, sus fosas nasales están desmesuradamente abiertas, son como dos hoyos negros que junto a la base del cilindro del cigarrillo crea una cara animalesca, una persona con tres fosas nasales, me mira con ojos resplandecientes, enciende su cigarrillo y arde la brasa, casi como en el poema de Jaques Plevert. Hace frío, a la derecha queda una inmobiliaria, en el local la dependienta habla por teléfono enfundada en un abrigo de plumas, el sector no tiene ni para estufas, habla y ríe, entiendo que no habla con un cliente.
A mi izquierda queda el edificio de la antigua Flex , abandonado e inquietante, ocupado por vivos y por no vivos, de ventanas negras engullidas por la noche, múltiples fosas nasales que inspiran y expiran al unísono, frialdad urbana, graffitis sin sentido ni arte. Calle Aragón es un enigma de calle, pasar por diversos mundos en una sola calle se consigue aquí.cercamon | 23 Gener, 2010 14:48
Al acabar mi tercera pinta de cerveza negra aspiro el aire con cierta dificultad (voy un poco pedo), está ahumado y mezclado con productos de merchandising recién abiertos. La camarera en tirantes grita algo (que no llego a entender) a un parroquiano sentado en el extremo de la barra, uno de esos clásicos solitarios en busca de compañía. Había acabado el partido y sonaba “a song for Ireland”, un homenaje a esa estupenda isla, a sus atardeceres y sus pubs, cantada en muchas versiones, pero pocas tan buenas como las de Dick Gaughan o Mary Black, canción de borracho nostálgico, curiosamente escrita por ingleses, drinking song en toda regla.
Salgo y ya no siento frío, la luna parece una amiga y no aquel astro indiferente y lejano. Empiezo a andar sin rumbo, siempre recto, junto a la playa y las olas, entre contenedores caídos por el viento y señales de tráfico rotas que no serán reparadas hasta la entrada de la próxima temporada. En otro bar hay tres alemanes sentados en la terraza, bajo una de esas estufas de gas, uno habla con voz gruesa y otro gordo y con un gran bigote rubio rebaña con placer un nacho en un recipiente con guacamole. Ríen y echan otro trago de cerveza. Más allá, está abierto otro pub con escaparates que dan al exterior. En su puerta hay colocadas unas antorchas al estilo de un templo romano. Dentro, hombres y mujeres de mediana edad beben coktails y cerveza, un lugar de ligoteo para extranjeros residentes en la isla; pero, al fin y al cabo, ¿quién no es extranjero?, ¿quién no busca compañía?.cercamon | 08 Gener, 2010 21:32
Visité hace poco la casa de un amigo durante unos días, en el comedor habían varias filas con volúmenes ordenados por temática y colección. Me fijé que los libros religiosos abundaban; me sorprendió la importante cantidad de libros de la colección Austral, pasear la mirada por los lomos de distintos colores pintados en cuadritos me hizo recordar mi infancia. En el extremo se veían títulos relacionados con el lugar en el que estábamos; el valle de Tena y sus costumbres, la vida en los antiguos pueblos del pirineo, la lluvia amarilla de Llamazares, ese fantasma atrapado en un pueblo abandonado del Serrablo, donde todos se han ido y sólo queda un fantasma solitario que recuerda. Me senté y empecé a leer La hoja roja de Miguel Delibes, y tuve la placentera sensación de estar en la biblioteca, cómodamente sentado, sintiéndome confortable al tener la certeza de que mi amigo había visitado con anterioridad estas páginas y estar reviviendo a la vez, simétricamente, un momento en su vida.
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